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La herida de Nagorno Karabaj marca las urnas en Armenia

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La herida de Nagorno Karabaj marca las urnas en Armenia

Frustrada y triste, Rosalía Shahbekyán se pregunta cómo pudo diluirse en tan poco tiempo la esperanza y el optimismo que inundó gran parte de Armenia hace tres años, cuando una movilización popular contra las élites políticas tras las elecciones llevó poder al populista y reformista Nikol Pashinián. Shahbekyán, de almendrados ojos oscuros y 33 años, creció y se educó fuera del pequeño país del Caúcaso sur y nutrió la diáspora armenia de millones de personas repartidas por el mundo. Mientras trata de refrescarse del calor soporífero de Ereván bebiendo a sorbitos Tan, un yogur líquido receta especial armenia, cuenta que volvió a la capital en 2016. Como muchos otros jóvenes participó en la llamada “revolución de terciopelo”. “En aquella época el descontento era tan grande que el sentimiento general era que daba igual quién llegara al poder, lo importante es que se fueran los de siempre”, apunta.Pashinián fue nombrado primer ministro de Armenia (2,9 millones de habitantes) en 2018, tras unas revueltas pacíficas y con promesas de luchar contra la corrupción y desalojar a las viejas familias que habían copado los puestos más jugosos del Gobierno durante décadas. Tres años después, debilitado tras perder la guerra de Nagorno Karabaj en 2020 frente a Azerbaiyán, que ha desencadenado una crisis política y social en Armenia, Pashinián se mide en las elecciones anticipadas que se celebran mañana con algunos de esos políticos de la vieja escuela en unos comicios en los que la guerra de Nagorno Karabaj lo sobrevuela todo.Rosalía Shahbekyán estudió en Santiago de Compostela, como millones de armenios creció fuera de su país. En la imagen, en una cafetería del centro de Ereván este viernes.KARAPET SAHAKYANCerca de 6.000 personas han muerto en la última escalada del conflicto, que estalló en septiembre de 2020. Y Armenia ha tenido que ceder el control de amplias zonas que dominaba desde los años noventa en el montañoso enclave, poblado y controlado aún hoy mayoritariamente por armenios, pero reconocido internacionalmente como Azerbaiyán y con reclamaciones de autodeterminación (para convertirse en la República de Artsaj). “Emocionalmente ha sido devastador”, se lamenta Shahbekyán, en perfecto español: estudió en Galicia, trabajaba en el sector del turismo y se está reinventando ahora, tras la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. Pashinián no ha tenido tiempo de cubrir muchas de las reformas prometidas, opina la mujer, que cree, sin embargo, que la sociedad armenia es ahora más abierta, menos conservadora en cuestiones de derechos sociales debido a la visión más liberal del Gobierno.Un cartel con el rostro del primer ministro Nikol Pashinián, en un mitin el jueves en Ereván. KAREN MINASYAN / AFPLos últimos sondeos señalan como favoritos a Pashinián y al expresidente Robert Korcharián (1998-2008), un rico empresario, amigo cercano del presidente ruso, Vladímir Putin, y con fama de hombre fuerte, que hace campaña para “sacar al país del caos”. Originario de Nagorno Karabaj, donde luchó en la primera guerra del enclave, en la década de 1990, ocupa el puesto 24 en las listas con casi una treintena de partidos y candidatos a primer ministro –no hay ninguna mujer a la cabeza de las formaciones políticas–. Otros dos expresidentes concurren también en unos comicios que podrían significar la vuelta de las viejas élites a la política.Corrupción heredadaLos resultados se prevén muy ajustados, apunta el analista Nikolai Torosyán. La polarización, la ira y la división entre grupos políticos es enorme y los observadores temen que estallen fuertes protestas tras las elecciones, con los partidarios del perdedor en las calles y un ganador que no tenga un porcentaje suficiente como para imbuirse de legitimidad ante toda la ciudadanía.La tónica general en la oposición es que la culpa de la derrota en la guerra de Nagorno Karabaj es de Pashinián, explica Torosyán en un moderno café del centro de Ereván, la capital, que contrasta con antiguos edificios de color arena de la zona. Incluso Pashinián calificó el acuerdo como “desastroso”, pero remarcó que se había visto obligado a firmarlo para evitar mayores pérdidas territoriales y humanas. Desde entonces, las protestas se han sucedido. Incluso lo que el primer ministro definió como un intento de golpe de Estado por parte de algunos jefes del Ejército. La presión ha sido inmensa.Acto de la campaña del expresidente Robert Korcharián, este viernes en Ereván.Sergei Grits / AP“Los críticos aseguran que Pashinián ha demostrado ser un político débil que no puede negociar ni manejar un Gobierno; mientras que los partidarios de Pashinián remarcan que el problema es heredado, que tiene que ver con la corrupción de las Administraciones anteriores y sus malas negociaciones”, señala el periodista y analista, sumergido en humo de cigarrillo: en Armenia está permitido fumar en interiores y el tabaco también está en el menú de la mayoría de restaurantes. “Esta es una elección entre los corruptos pero profesionales, y otros más limpios, pero no profesionales”, opina Torosyán.Rusia observa muy de cerca el resultado de las elecciones. Tiene una base militar en Armenia, que siempre ha sido un aliado cercano. Aunque Pashinián ha tenido relaciones algo más frías con el Kremlin que sus antecesores. De ahí que algunos le culpen también por no obtener más apoyo de Moscú en la guerra.Mientras los partidarios de unos y otros salen al atardecer, a los últimos actos políticos, Rudi Kalousián se prepara para abrir su bar, EVN, un local de rock en el centro de Ereván. Define la campaña política como un “show de marionetas”. No votará. Jamás ha votado. Cree que todos los políticos en Armenia son más de lo mismo. “Desde el colapso de la Unión Soviética, cuando Armenia pasó a ser una república, no ha habido un Gobierno normal. Solo políticos corruptos que se preocupan de su bolsillo o de mantenerse en el puesto”, opina el empresario, de 39 años.Rudi Kalousdián, en su bar, EVN, en la capital de Armenia, este viernes.KARAPET SAHAKYANKalousián abrió EVN, decorado con cuadros de béisbol, cómics de Marvel y retratos de artistas como Jimi Hendrix, hace unos cuatro años. Ahora lo ha puesto a la venta. “Antes de la revolución nos ahogaban los sobornos. Ahora, no hay mordidas pero estamos sofocados por los impuestos”, dice. EVN cerró durante cinco meses en el pico de la pandemia. La ayuda del Estado por la crisis fue un pago único de 120 euros. “Fue tan ridículo que hice una barbacoa con mis amigos para celebrar la ironía”, dice Kalousián, que se define como un “patriota”. Desencantado, cree que la solución para el país sería tener al frente del Gobierno a alguien de la gran diáspora Armenia (unos ocho millones), que haya conocido otra forma de hacer las cosas y tenga un bagaje político rico y diverso.El jurista jubilado Surén Mamikonyan se ha acercado a poner un par de velas en la iglesia ortodoxa de Zoravor Surp Astvatsatsin, la más antigua de Ereván, que fue hogar de la biblia de Zoravor del siglo XIII. Va vestido como un pincel, corbata a lunares y chaqueta de cuadros bajo un sol de 35 grados. Tiene 70 años, dice que ha vivido y visto mucho y cree que, como otras veces, Armenia se recuperará rápido de esta crisis. “Armenia está en el centro de un mapa geopolítico turbulento, rodeado de vecinos carnívoros que nos han amenazado durante años, que quisieron dejar un único armenio como muestra en un museo, pero que solo lograron expandirlo por el mundo con una enorme diáspora”, dice. Y añade: “No importan las dificultades. El espíritu de los armenios es irrompible”.


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