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Las inmobiliarias afrontan su mayor golpe desde 2011: “El primer impacto lo vive el comercial”
Las inmobiliarias cerraron el año pasado sus peores cifras desde 2011. Las ventas de casas se desplomaron un 17,7%, según el INE, y el coordinador de la Federación de Asociaciones Inmobiliarias (FAI), José María Alfaro, advierte de que esas pérdidas repercutirán en las empresas de compraventa de inmuebles: “Si el mercado cae un 18%, probablemente salgan del sector un porcentaje similar o incluso superior tanto de trabajadores como de empresas”.La crisis económica derivada de la covid-19 ha sido la puntilla de un sector en declive. En 2019 las compras de casas ya cayeron un 2,5% y ya se esperaba que esa tendencia se repitiese en 2020. “Aunque no hubiese habido pandemia, seguramente habría sido un año de leve descenso de ventas frente a 2019, de menos del 5%”, cuenta el analista de la patronal.Según Alfaro, los agentes inmobiliarios, la cara más visible del sector, serán los primeros en caer: “El primer impacto lo vive el comercial”. Además, explica el coordinador de FAI, aquellos vendedores que mantienen su puesto sufren una caída en sus ingresos porque el sistema de incentivos con el que se les premia, y que supone un pilar de sus ingresos, se ha hundido por el descenso de las operaciones.Alberto Avilés, de La Casa Agency, recomienda precisamente lo contrario, evitar despidos: “Cuando llega la crisis, muchas inmobiliarias tienden a reducir personal y gastos, pero para nosotros ha sido vital mantener el personal”. Desde la inmobiliaria catalana aseguran que su estrategia en tiempos de incertidumbre ha sido invertir en mejorar su análisis del mercado y en formar al personal para asesorar al cliente. “Estamos ante un mercado complejo, un mercado de crisis, y no se trata simplemente de enseñar una casa, lo que el cliente necesita son profesionales que le asesoren. Es el momento de las agencias inmobiliarias que se han profesionalizado”.José María Alfaro sitúa también a las pequeñas inmobiliarias como los negocios más afectados por la crisis de ventas. Laura Iglesias es asesora en Lilces, una inmobiliaria de Santiago de Compostela con tan solo tres empleados y ha visto muchos cambios en la oferta y la demanda desde que la empresa abrió sus puertas, pero nada como lo que ha vivido desde que se inició la pandemia. “Hay muchísima inestabilidad y una sensación de que todo está en pausa”, cuenta. La asesora compostelana describe el año como una montaña rusa, por momentos parecía que se recuperaría el pulso, pero ahora no lo tiene tan claro.Al abrir tras el primer estado de alarma, los clientes tenían ganas de vivir en un espacio más abierto y creció la búsqueda de fincas y casas en los alrededores de la capital gallega, pero el cambio fue temporal, explica. “Finalmente han bajado todos los precios y la demanda, tanto en alquiler como en venta, en todos los casos”, agrega. Iglesias tiene la sensación de que los pisos desalojados por trabajadores y estudiantes —uno de los colectivos más importantes para la demanda inmobiliaria en Santiago— tardan mucho en volver a ocuparse.Sin turistasEn el mercado inmobiliario de las capitales españolas también ha hecho mella el vacío de turistas. En Madrid, ciertos propietarios de pisos destinados a alquiler vacacional han tenido que poner la casa en venta ante la caída de visitantes, lo que ha colapsado el mercado y ha empujado los precios a la baja. “La bolsa de alquiler convencional se ha juntado con la bolsa turística, lo que ha disparado la oferta en un momento de baja demanda”, explica Alberto Avilés, de La Casa Agency.Lo mismo ha ocurrido en las Islas Baleares, donde el hundimiento del turismo ha provocado una grieta del 27% en el PIB de la región, la mayor caída nacional, a lo que hay que añadir la caída del interés de los británicos debido al Brexit. “Hemos vivido la tormenta perfecta”, lamenta Antoni Gayá, presidente de la Asociación Balear de Servicios Inmobiliarios (Absi). En consecuencia, la compra de viviendas en el archipiélago retrocedió un 23% en 2020, la Comunidad con mayor caída de España.Sin embargo, la agrupación de inmobiliarias que preside Gayá consiguió rebajar su caída de facturación hasta alrededor del 15% durante el pasado año, por debajo de la media de las islas. La clave radica en que Absi está formada por cuarenta empresas inmobiliarias que comparten la cartera de propiedades y de clientes, por lo que una misma casa se publicita en decenas de inmobiliarias simultáneamente. “Creemos que es el momento de las grandes alianzas y de trabajar en equipo”, afirma Gayá como estrategia para sobrevivir a la crisis.Una de las inmobiliarias que compone el grupo mallorquín la dirige Fernando Valentín, quien consiguió sortear la crisis vendiendo pisos en Mallorca, el epicentro del huracán. Su negocio, Living Inmobiliaria, cerró el año mejorando ligeramente las cifras de 2019, gracias a que sus compradores son vecinos de la isla y peninsulares, por lo que no depende del turismo. Para 2021 calcula que la situación va incluso a mejorar: “Esperamos un ritmo de ventas mejor que el año pasado, con una bajada de precios entre el 1% y el 10% que también se verá en el alquiler”.
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