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Muere Ruth Bader Ginsburg, icónica juez progresista del Tribunal Supremo de EE UU | Internacional
La juez Ruth Bader Ginsburg en febrero de 2018.JUSTIN LANE / EFELa juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos Ruth Bader Ginsburg ha fallecido a los 87 años en su casa de Washington, debido a complicaciones con el cáncer pancreático que padecía, según ha confirmado en una nota la más alta instancia judicial del país, en la que sentaba desde hacía 27 años. Con la popular juez, nombrada por Bill Clinton en 1993, se va una auténtica leyenda de la justicia estadounidense, un icono del feminismo, representante del sector progresista del tribunal, cuyo voto ha sido decisivo en algunos de los temas sociales más divisorios del país, incluidos el derecho al aborto, el matrimonio igualitario, y los derechos de los inmigrantes.La juez, la segunda mujer nombrada par el Supremo en la historia, se convirtió en una auténtica figura de culto entre el progresismo estadounidense, y su rostro ilustraba camisetas y chapas, que se exhibían con orgullo jóvenes de todo el país. Muchos de sus fans se referían a ella como Notorious R.B.G., en un guiño al famoso rapero Notorious B.I.G.“Nuestra nación ha perdido a una jurista de talla histórica”, ha escrito el presidente del tribunal, John Roberts. “Nosotros en el Tribunal Supremo perdemos a una querida colega. Hoy lloramos, pero con la confianza de que futuras generaciones recordarán a Ruth Bader Ginsburg como la conocimos, una incansable y resulta defensora de la justicia”.La vacante que deja Bader Ginsburg en el Supremo ofrece a Donald Trump, a menos de dos meses de las elecciones, la oportunidad de consolidar aún más la mayoría conservadora en el tribunal, que ya ha inclinado a la derecha con dos nombramientos durante su primer mandato, los de Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, gesta de la que acostumbra a presumir. Cuando se produce una vacante, el presidente tiene la competencia exclusiva de nombrar a los jueces del Tribunal Supremo, que deben ser aprobados a continuación por el Senado. Los nueve magistrados ocupan su cargo de manera vitalicia. La sustitución de Ginsburg por un juez conservador colocaría a ese sector con una muy sólida mayoría de seis votos contra tres, en un momento en que el Supremo tiene por delante importantes decisiones relacionadas, entre otros asuntos, con el aborto o los derechos de los inmigrantes.La posibilidad de nombrar a más jueces conservadores fue uno de los motivos que pesó en muchos votantes republicanos a la hora de votar por Trump, un candidato cuando menos heterodoxo. De manera insólita, para seducir a aquellos votantes conservadores que no conectaban con las formas del Trump, el hoy presidente publicó hace cuatro años una lista de potenciales candidatos a ocupar vacantes del Supremo. Una jugada que fue un éxito y que, hace apenas 10 días, ha vuelto a repetir en busca de su reelección.A pesar de que en 2016 se opusieron a abrir el proceso de aprobación del juez nombrado por Barack Obama, alegando que celebrar las audiencias en año electoral privaba a los votantes de su papel en el proceso, los senadores republicanos ya han prometido que no dudarán en aprobar la vacante, aún con unas elecciones presidenciales el próximo 3 de noviembre. Defiende Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, en un comunicado publicado tras el fallecimiento de Ginsburg, que el cambio de criterio obedece a que ahora, a diferencia de entonces, tanto la Casa Banca como la Cámara alta están en manos del mismo partido. Se abre así, en medio del duelo por una figura icónica, un proceso llamado a llenar de emoción y pelea la recta final de la campaña.Ginsburg había luchado contra el cáncer desde 1999, cuando fue tratada por cáncer de colón. Ha recibido tratamiento y ha sido intervenida quirúrgicamente en múltiples ocasiones. El pasado mes de julio, anunció que el cáncer había regresado. Y prometió que seguiría en el Supremo mientras su salud se lo permitiera. “He dicho a menudo que seguiré siendo miembro del tribunal mientras pueda hacer el trabajo a todo vapor, y sigo siendo totalmente capaz de hacerlo”, aseguró.Nacida en el barrio neoyorquino de Brooklyn en 1933, pasó por las universidades de Cornell, Harvard y Columbia, donde se licenció en derecho. En sus primeros años como jurista, combinó la docencia con la lucha como abogada por los derechos de las mujeres. Cuando Bill Clinton la nominó para el Supremo en 1993, poco hacía pensar que aquella mujer discreta de 60 años, que despertaba incluso recelos entre algunas líderes feministas por sus buenas relaciones con colegas conservadores, se iba a convertir en una leyenda de las causas progresistas. En el jardín de rosas de la Casa Blanca, en su discurso tras ser nominada por Clinton para el alto tribunal, tuvo palabras de recuerdo para su madre. “Rezo por poder ser todo lo que ella habría sido, si hubiera vivido en un tiempo en que las mujeres hubieran podido aspirar y conseguir, y las hijas hubieran sido tan valoradas como los hijos”, dijo.
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